La angustia toca tu puerta y es una experiencia humana universal y para quienes vivimos nuestra fe cristiana, puede ser un desafío particular cuando irrumpe en la tranquilidad de tu vida, generando una sensación de incertidumbre y preocupación que puede afectar la paz y la armonía en el día a día. No es un signo de debilidad de la fe, sino una realidad que nos invita a profundizar en nuestra confianza y dependencia en Dios.
Es fundamental reconocer y permitir esta emoción, como cristianos a veces sentimos la presión de ser fuertes, positivos y optimistas todo el tiempo. Sin embargo, la Biblia nos muestra que grandes hombres y mujeres de fe, como David en los Salmos o incluso Jesús en Getsemaní, experimentaron una profunda angustia. Es importante que, si estas atravesando esta situación permitirte sentir esta emoción y reconocer lo que está sucediendo en tu corazón, en tu mente y en tus emociones.
Llevar delante de Dios en oración porque él es nuestro refugio y fortaleza, un pronto auxilio en las tribulaciones (Salmo 46:1). No necesitas palabras elocuentes, solo expresar con sinceridad, hablar sobre tus miedos, tus preocupaciones y las cargas que sientes. La oración no siempre cambia las circunstancias, pero invariablemente cambia nuestra perspectiva y nos da paz.
Debemos confiar en la palabra de Dios en todo tiempo. La Biblia es nuestro manual de guía en medio de la tormenta. Cuando la angustia llega a nuestra puerta, el enemigo puede intentar sembrar dudas y mentiras. Es crucial mantener la mente centrada en la verdad de Dios.
Filipenses 4:6-7: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.»
La angustia puede ser una oportunidad para experimentar la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento. Cuando enfrentamos estos momentos con fe y utilizamos las herramientas que Dios nos da, no solo encontraremos consuelo, sino que nuestra fe se verá fortalecida y seremos un testimonio del poder transformador de Cristo en nuestros hogares.