La llegada de la primavera en la naturaleza es un evento lleno de optimismo, vitalidad y colores. Pero existe una estación aún más importante: la primavera espiritual. Esta no se rige por el calendario, sino por la disposición de nuestro corazón.
De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17)

Invierno Interior:
Cada uno de nosotros atraviesa «inviernos» en la vida, periodos en los que pasamos por estancamiento, duda, tristeza o apatía. Estas etapas son esenciales para el crecimiento personal y la recolección de las experiencias vividas. El comienzo de la primavera espiritual se produce con la decisión de reconocer el renuevo interior y el abandono de los momentos grises en la vida.
El florecimiento de la intención:
Es un proceso espiritual que se asemeja al crecimiento de los árboles, que se llenan de brotes en la primavera, y que nos invita a plantar nuevas intenciones y propósitos. Es un tiempo para la acción consciente, para sembrar semillas de bondad, conocimiento y fe, y para que, con esfuerzo y dedicación, logremos verlos crecer y dar sus frutos. Los capullos que brotan son nuestros nuevos objetivos, nuestros sueños renovados y la determinación inquebrantable de progresar.
Renacimiento y la renovación:
La mayor lección de la primavera es que el renacimiento es un ciclo constante. Las caídas y los errores del pasado no nos definen. Cada día, cada momento, puede ser el comienzo de una nueva primavera. La vida nos da la oportunidad de reinventarnos y de practicar el autoconocimiento, lo cual nos permite cultivar el amor propio desde una nueva perspectiva.
Les daré un nuevo corazón y derramaré un espíritu nuevo entre ustedes; quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que sigan mis estatutos y obedezcan mis leyes. Ezequiel 36:26-27
