La trampa de la vanidad

La arrogancia, la vanidad y el exceso de estimación propia son manifestaciones del orgullo, que a menudo se entrelazan con un sentimiento de superioridad.

La Biblia nos cuenta una historia sobre el orgullo y la vanidad.  Nabucodonosor fue rey de Babilonia, uno de los imperios más poderosos del mundo antiguo. Era un hombre orgulloso que había conquistado muchas naciones y logró construir una de las ciudades más impresionantes de su tiempo: Babilonia, con sus jardines colgantes, una de las antiguas maravillas del mundo.

Un día, Dios le dio un sueño que solo el profeta Daniel pudo interpretar.

En su sueño, Nabucodonosor vio un gran árbol que crecía hasta el cielo, pero luego fue cortado y solo quedó el tronco. Daniel le explicó que ese árbol representaba al rey. Dios lo había engrandecido, pero su orgullo sería derribado y humillado, para que reconociera que el Altísimo gobierna sobre los reinos de los hombres.

Daniel le dijo al rey: «Por tanto, acepta mi consejo, oh rey: tus pecados redimen con justicia y tus iniquidades perdona a los oprimidos, pues tal vez eso prolongará tu tranquilidad». Daniel 4:27

Sin embargo, no hubo humildad por parte de Nabucodonosor. Un año después, mientras caminaba por su palacio y admiraba su grandeza, dijo: «No es esta la gran Babilonia, con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad». Daniel 4:30.

Cuando Nabucodonosor se llenó de orgullo y se atribuyó la gloria de su reino, una voz del cielo le habló, diciendo: «A ti se te dice, rey Nabucodonosor: el reino te ha sido quitado». Daniel 4:31.

El orgullo es el pecado que puede obstruir la realidad de una persona, impide ver las cosas tal y como son. Dios permite ciertas circunstancias para quebrantar el orgullo y de este modo, instruir a través de la humildad. La restauración viene cuando levantamos nuestros ojos al cielo y reconocemos el poder de Dios, pues es Él quien nos da la fe y la esperanza.

Finalmente, Nabucodonosor, no volvió a ser rey por su propia fuerza, esperó en el Señor donde encontró su verdadero vigor.