El “sube y baja” de la vida

En la vida, todo es una escalera: se sube y se baja. Quienes van hacia arriba, deben hacerlo peldaño a peldaño, teniendo en cuenta que solo pueden parar para tomar aliento. Y si por alguna razón es preciso bajar, hay que hacerlo con serenidad y dignidad para no resbalar.

Eclesiastés 7:14-15 dice: Cuando te vengan buenos tiempos, disfrútalos; pero, cuando te lleguen los malos, piensa que unos y otros son obra de Dios, y que el hombre nunca sabe con qué habrá de encontrarse después. Todo esto he visto durante mi absurda vida: hombres justos a quienes su justicia los destruye, y hombres malvados a quienes su maldad les alarga la vida.

La Biblia nos enseña que hay un tiempo para todo, y que incluso la prosperidad y la exaltación son pasajeras. La Biblia nos muestra que la vida está llena de altibajos, de momentos de prosperidad y de dificultad. Nos enseña que debemos confiar en Dios en todas las circunstancias, sabiendo que Él tiene el control y que su propósito para nuestras vidas siempre prevalecerá.

Ser cristiano es vivir de la misma manera como estar en un sube y baja: en tensión entre dos realidades, con el presente y el futuro en ambos extremos. A diferencia de las visiones del mundo que no creen que haya otra vida después de ésta, el cristianismo es una fe que se practica seriamente para el aquí y ahora y para la vida venidera.

Salmos 46:1-2 dice: Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar.

Ante un mal momento, recordemos que Dios lo permitió. Pero también recordemos que el mismo Dios que permitió el día malo es el Dios que crea los días buenos. El Dios que nos hace levantar y nos permite caer, porque él mismo creó esta ley.

Romanos 8:28 dice: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

«Todo lo que sube tiene que bajar» es una verdad bíblica que nos invita a tener una perspectiva equilibrada sobre la vida, a confiar en Dios en todas las circunstancias y a enfocarnos en lo que realmente importa: la relación con Él y el crecimiento espiritual.