Caminando en la Luz.

La Biblia nos llama a ser luz en el mundo, a no esconder nuestra luz, sino a permitir que brille para que otros vean el verdadero reflejo de Dios en nosotros. Como hijos de luz, estamos llamados a caminar en integridad, a hablar con honestidad y a actuar con amor. Nuestro comportamiento debe reflejar nuestro carácter mostrando compasión y bondad a aquellos que están alrededor de nosotros. La luz de Cristo puede cambiar vidas y traer esperanza a aquellos que están en la oscuridad. 

Mateo 5:14-16: Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Daniel es un ejemplo claro de alguien que, siendo siervo fiel de Dios, propagaba su luz en todo lo que hacía. Su integridad, sabiduría y fidelidad lo destacaban en su diario andar, demostrando que cuando uno es de Dios, se nota el cambio en todas las áreas de su vida.

En San Juan 8:12, Jesús declara: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».

Es importante mostrar a los demás que somos diferentes, que llevamos la luz de Dios en nuestro interior. Podemos reflejar la luz de Jesús a través de nuestras acciones, palabras, actitudes y decisiones diarias. Cada interacción con los demás es una oportunidad para manifestar el amor y la gracia de Dios que habita en nosotros.

El versículo Salmos 119:105 dice: «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino».

Como seguidores de Cristo, tenemos la responsabilidad de ser la luz en este mundo, nuestra luz no debe esconderse, sino brillar en todas las áreas de nuestra vida, iluminando las tinieblas y mostrando el camino hacia Dios. A través de nuestras buenas obras y testimonio, podemos impactar la vida de las personas que nos rodean y nos observan.