Reconocer la soberanía de Dios nos lleva a la humildad

Si Dios es soberano ¿Por qué existe el mal? ¿Dónde queda la decisión humana? Estas son preguntas válidas y profundas, y la respuesta a menudo se encuentra en la humildad de reconocer que la mente finita no puede comprender plenamente la mente infinita de Dios. En la Biblia, «soberanía de Dios» significa que él tiene todo el poder, la autoridad y el control absoluto sobre todo lo que ha creado. Dios es el rey supremo, el gobernante de todo, y nada se escapa de su dominio. Su soberanía implica que es independiente, no está sujeto a nadie y nada ni nadie puede frustrar sus propósitos.

La doctrina de la soberanía de Dios es fundamental en la teología cristiana y tiene repercusiones importantes para la fe y la vida del creyente. Reconocer la soberanía de Dios nos lleva a la humildad, la confianza y la adoración. Nos ayuda a entender que, aunque atravesemos dificultades, Dios está al control y podemos confiar en Él.

Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos (Salmo 135:6) lo cual demuestra que su poder y voluntad se manifiestan en todas partes y en todas las situaciones.

El destino se echa en el regazo, pero del Señor viene toda decisión (Proverbios 16:33). La soberanía de Dios es un tema recurrente en la Biblia, hasta el punto de que podría ser considerado como su atributo favorito de Dios. 

Estas circunstancias puede infundirnos a una profunda esperanza cuando experimentamos incertidumbre y temor. Dios se mostró como un ser supremo cuando nos amó hasta lo último en la cruz, en el momento más importante de la historia y cuando todo parecía perdido. Por tanto, aunque en nuestros momentos difíciles no tenemos todas las respuestas que quisiéramos, sí tenemos la certeza de lo que más necesitamos, podemos confiar en que Dios gobierna todo en nuestras vidas y con un propósito.

La soberanía de Dios nos invita a la rendición y a la confianza. Nos llama a dejar de aferrarnos a un control inexistente sobre nuestras vidas y a entregarnos a aquel que realmente tiene el control, pues solo así podremos encontrar la paz y la tranquilidad que anhelamos. Nos muestra que los contratiempos repentinos no son casualidades, sino fragmentos de un plan y aunque no lo entendamos de inmediato, está ideado para moldearnos, refinar nuestras habilidades y acercarnos más a Él.